Hoy 15 de octubre se celebra el “Día Internacional de las Mujeres rurales” una fecha que en lo personal me proporcionó una gran oportunidad para reflexionar sobre el papel y la situación de la mujer rural en México, justamente en el marco de los festejos de un momento de gran importancia para la vida política de nuestro país, como lo es la conmemoración del sufragio femenino en México.
Este 17 de octubre celebraremos los 60 años del sufragio femenino en México, sin duda alguna un gran avance para la vida social y política de la mujer; pero considero que justo en este marco viene bastante bien una evaluación de, en términos prácticos que tan real ha sido ese avance de la mujer, qué oportunidades tienen ahora estas mujeres que se encuentran en zonas rurales, y bueno qué podremos esperar de aquellas que además se encuentran en zonas marginadas.
Las mujeres rurales tienen un papel trascendental en el desarrollo sustentable de las naciones; pues ellas participan en el proceso de producción de la alimentación y conforman una gran parte de la fuerza de trabajo en ramo de la agricultura a nivel global. Sin embargo este papel tan relevante de la mujer como parte de la fuerza productiva del sector agroalimentario se ve limitado por una falta de acceso a créditos, servicios de salud, educación, e incluso servicios de infraestructura básicos.
A nivel mundial se estima que estas mujeres solamente poseen el 2% de la tierra, reciben sólo el 1% de los créditos para la agricultura y el 5% para el acceso a tecnología y a métodos de planeación de los cultivos; además de que representan aproximadamente el 70% de las personas en estado de pobreza.[1]
En el caso de México, existen más de 12 millones de mujeres en zonas rurales, quienes trabajan diariamente más de 12 horas para proveer la alimentación y subsistencia de sus familias. Además de colaborar con las labores domésticas y el cuidado de la familia, estas mujeres contribuyen con el 40% de la oferta agrícola en el mercado interno; de igual forma sus parcelas agrícolas constituyen en su mayoría el único medio con el que cuentan para diversificar la alimentación familiar.[2]
Todos estos obstáculos y problemas se ven agravados cuando se ponen en un contexto global de crisis económicas, cambio climático y una pésima distribución de la alimentación. Es así que el empoderamiento de las mujeres rurales se convierte en algo esencial para contribuir al desarrollo, desde el ámbito personal, pasando por sus familias hasta el ámbito de sus comunidades; que al final se traduce en una mejora de la productividad económica, debido a la gran presencia de la mujer como fuerza laboral del sector agropecuario a nivel mundial.
Conmemorar este día como uno dedicado plenamente a reconocer y promover el rol de estas mujeres debe de ir más allá de un simple discurso político o de una batalla de género, debido a que la necesidad de estas mujeres es apremiante, pero la situación en la que se encuentran no es una que impere de acuerdo con el género sino que también los hombres sufren de las mismas condiciones de pobreza y marginación.
Las políticas que deben de impulsarse para apoyar a estas mujeres deben de ser unas que atañan también al ámbito de lo familiar pues no puede entenderse a la mujer como un mero agente aislado; debemos de apoyar a mejorar sus condiciones de igualdad de oportunidades como lo es mediante el acceso a créditos y fondos de ahorro, empleo, derechos de propiedad, arrendamiento de la tierra y demás bienes, entre otros; que no sólo ayuden a exponenciar las capacidades de las mujeres, sino también las de sus familias y de sus comunidades. Sólo así se podrá lograr un verdadero desarrollo sustentable y sobre todo equitativo como tanto demanda la ONU.
Un aspecto importante a tratar es el hecho de que estas mujeres no sólo sufren problemas de marginación, pobreza, falta de infraestructura y de servicios como la salud y la educación; sino que además tienen que cargar con la discriminación de la que son objeto por su condición de pobreza, e incluso por ser indígenas.
De cierta manera entran en conflicto aquellas comunidades que se rigen por usos y costumbres, pues aunque en muchos países se cuente con leyes que permitan a las mujeres –de jure– el acceso a la tierra, es justo en estas comunidades que dichas disposiciones se pasan por alto y se niega el derecho de la mujer a participar en la toma de decisiones incluso de lo que ella misma trabaja.
El apoyo a la mujer rural debe ser equitativo para que la participación activa tanto de hombres como mujeres en el desarrollo agrícola y rural sea óptima no sólo para los individuos, sino para las familias y la comunidad en general.
El reto de lograr verdaderos avances sociales es el no dejar en papel o en conmemoraciones que no van más allá del sentimentalismo; sino de una agenda de acción que sea integral y que vea por la dignidad humana en su condición de persona, sin importar si se trata de un hombre o de una mujer. Si las problemáticas sociales las reducimos simplemente a una visión de lucha de clases, que en este contexto se vuelve una de sexos, jamás lograremos dar cabal cumplimiento y resolución a los problemas y necesidades pues se dejará completamente de lado a la persona que es el fin en sí misma, no un vil instrumento para cumplir con fines políticos u económicos.
La mujer rural en México
De acuerdo con un reporte emitido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres representan alrededor del 43% de la fuerza laboral agrícola de los países en desarrollo. En el caso de México la FAO cita cifras del INMUJERES en las que “se estima que cerca de 13 millones de mujeres viven en zonas rurales, de las cuales 25.6% vive en localidades con menos de dos mil 500 habitantes, con rezagos de importancia en comparación con las localidades de mayor tamaño”.[3]
De acuerdo con el reporte antes mencionado de la FAO las propietarias de tierra, que con base en el más reciente Censo Ejidal suman un millón 163 mil 753, se concentran en los estados de Veracruz, Tabasco y Baja California; las cuales trabajan un promedio de 89 horas a la semana, lo cual representa 31 horas más de lo que en promedio dedica a trabajar el hombre rural en nuestro país.
En este sentido, diversos especialistas sobre las cuestiones rurales insisten en recomendar acciones para mejorar la situación de las mujeres en el medio rural mexicano, entre las cuales destacan[4]:
- Aumentar la titularidad de las mujeres en los derechos de propiedad de la tierra.
- Fomentar el liderazgo de las mujeres, facilitando su acceso a los puestos de decisión.
- Incrementar los programas de formación e información dirigidos a las mujeres.
- Fomentar el acceso a las oportunidades de inversión.
- Incentivar su participación en organizaciones representativas de sus necesidades e intereses.
- Otorgar prioridad a los proyectos de desarrollo gestionados por mujeres.
- Desarrollar el sector servicios en las áreas rurales.
- Dar mayor difusión de los derechos de las mujeres rurales a la organización, a la igualdad de oportunidades, a los mercados laborales, al acceso a los recursos (tierra, crédito y nuevas tecnologías), a la reducción de las jornadas de trabajo y a una mayor participación social.
Desde las dos administraciones pasadas del gobierno federal se han creado muchos programas específicos para atender a las mujeres rurales como el PROMUSAG de la Secretaría de la Reforma Agraria o el FOMUR de la Secretaría de Economía, los cuales pretendían atender específicamente a esta población, a pesar de que los recursos o el apoyo otorgados eran menores al de otros programas del gobierno federal.
Sin embargo la eficacia de estos programas en cuanto al empoderamiento de la mujer rural no puede ser considerado como de gran eficacia, pues las buenas intenciones de los gobiernos o las organizaciones no son suficientes para generar un verdadero progreso en este entendido; aunado a una mucho menor asignación de recursos destinados al apoyo de los programas mencionados.
Dentro de los avances en el ámbito de oportunidades y desarrollo de las mujeres rurales está el hecho de que el millón 163 mil mujeres poseedoras de tierras, equivalente al 22% del total de los sujetos con tierra en México contrasta con lo que hace unas dos o tres décadas era casi inexistente en las mujeres rurales. Lo anterior es muestra de que aún falta mucho por hacer para apoyar al desarrollo de estas mujeres y de sus comunidades, y para lo cual deben de diseñarse políticas encaminadas a un desarrollo integral –como lo he venido mencionando- que se traduzca en una exponencialización de la productividad agroalimentaria.
Este 14 y 15 de octubre se llevó a cabo en el World Trade Center de la Ciudad de México, la novena edición del Encuentro Nacional de Mujeres Rurales; cuyo objetivo principal es: “crear un espacio para promover la participación de las mujeres rurales, indígenas y campesinas de manera activa, equitativa y en igualdad de condiciones…”.[5]
En dicho encuentro se contó con la participación de mujeres rurales de distintas entidades y beneficiarias de apoyos federales como el Programa de la Mujer en el Sector Agrario (PROMUSAG), del Fondo para el Apoyo a Proyectos Productivos en el Sector Agrario (FAPPA) y Joven Emprendedor Rural y Fondo de Tierras.
También se contó con la participación de ponentes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en México, del Instituto Nacional de las Mujeres, del Instituto Nacional del Emprendedor y del Fondo Nacional de Apoyo para las Empresas en Solidaridad, entre otras.
La crítica que haría a este evento es que el empoderamiento de las mujeres rurales no implica realizar un encuentro para “felicitar a las mujeres rurales por su valentía, esfuerzo y dedicación para emprender proyectos productivos propios”; sino que como de hecho así fue para capacitarlas, pero también para brindarles verdaderas opciones para mejorar sus condiciones y situaciones.
Necesitamos garantizar a las mujeres rurales y a sus familias el acceso a infraestructura básica, educación, servicios de salud; brindarles verdaderas oportunidades para el acceso a tenencia de la tierra, créditos e incluso programas que fomenten el desarrollo de productividad de su trabajo, y el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones que podrían ser de gran apoyo para un mejor desempeño de su trabajo.
He señalado los factores y puntos principales del asunto, creo que todavía queda mucho por hacer, y lo más importante de todo es no centrar los esfuerzos en una lucha de sexos, sino evaluar realmente el valor de la labor de las mujeres rurales mexicanas en el proceso de producción agroalimentaria de nuestro país y exponenciar su trabajo para un desarrollo sustentable. Esta es mi opinión sobre el tema, me gustaría conocer sus puntos de vista sobre esta situación.
[1] SRE México, UNIFEM, PNUD, “Las mujeres rurales en México: estrategias para su desarrollo”, SRE-UNIFEM-PNUD, 2006, pp. 9.
[2] Ibídem.
[3] Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, Participación Rural Femenina “El papel de la mujer en México”
[4] SRE México, UNIFEM, PNUD, “Las mujeres rurales en México: estrategias para su desarrollo”, SRE-UNIFEM-PNUD, 2006, pp. 63.
[5] WWW consultado el 15 de octubre de 2013 a las 20:23 horas en http://www.presidencia.gob.mx/ix-encuentro-nacional-de-mujeres-rurales/
Que bueno que se esta tomando en cuenta a estas hermanas nuestras ya hacia falta pero hay que ser todos un medio para que sean escuchadas y hay que educar a nuestros nios para que valoren a estas mujeres tan valiosas esto es problema de educacion tambien.hay que apoyar y seguir luchando sobre todo para que nuestras proximas generaciones no descriminen y tengan mas valores.GRACIAS
Date: Wed, 16 Oct 2013 03:17:54 +0000 To: cecilroehrich@hotmail.com
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